Los uruguayos acaban de recibir un baño de autoestima: no sólo entramos a octavos, sino en cuartos, y estamos a las puertas de jugar la semifinal luego de cuarenta años. Y eso tras dos sendos partidos que a muchos dejaron con la lengua afuera y el corazón acelerado. Así vamos de juego en juego, subiendo con la celeste en la escalera de los triunfos. Para muchos, una sensación inaudita (para los jóvenes que inundan las calles con sus banderas estos días), para otros, una suerte de ciclo del (…)