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Aterrizando

Fuente: Qué pasa

Domingo 21 de noviembre de 2010, por Leticia Costa

Deportados de Estados Unidos o apremiados por el desempleo en Europa, cientos de uruguayos regresaron al país. El Estado los ayuda a instalarse pero el cambio es tan grande que muchos empiezan a arrepentirse.

Ángela y Daniel vivían en Atlanta, Estados Unidos. No tenían papeles, y el gobierno se puso duro con los indocumentados. Así que antes de que los expulsaran, volvieron. Un año después, ella está en cama esperando una operación de columna. Y él no consigue trabajo porque tiene 58 años. El Estado uruguayo les permitió traerse el auto sin impuestos. Pero ahora no pueden pagar la patente. Muchos les preguntan a qué vinieron.

Todos los meses al menos 100 uruguayos regresan al país. Así lo informó la Oficina de Retorno y Bienvenida del Departamento 20 del Ministerio de Relaciones Exteriores (D20). El fenómeno comenzó a hacerse constante en junio de 2009. Al inicio recibían 50 retornos por mes, hacia marzo ya eran 80 y desde junio superan los 100. Esas cifras refieren exclusivamente a los que concurren a Cancillería porque precisan una ayuda. No hay manera oficial de contabilizar los que vuelven sin avisar al Estado.

Si bien las cifras aún no se han sistematizado, se estima que el 60% proviene de España y el 30% de Estados Unidos. El 10% restante incluye a Italia, Suiza, Argentina, Brasil y Venezuela, desde donde regresan aquellos que emigraron en la década de 1970 y, según los técnicos del D20, vuelven desconformes con el régimen chavista.

Según Jorge Muiño, director de esa dependencia de Cancillería que atiende a la diáspora uruguaya, los retornos podrían dividirse en tres grupos: quienes vuelven voluntariamente, quienes lo hacen en situación de dificultad social (repatriados), y los que regresan deportados, principalmente de Estados Unidos. «Todo esto se da por la crisis del norte», explicó Muiño. «Es gente que se quedó sin trabajo y la crisis la terminó destruyendo, igual que acá en 2002.»

Alicia Escarcena (48) regresó de Valencia en agosto de 2009. Llevaba cinco años en España y prácticamente el mismo tiempo pensando en volver. Pocos meses después de llegar a Europa falleció su marido y se enteró que estaba embarazada de mellizas.

Cuando fue a dar a luz hizo un desprendimiento de placenta que le provocó una hemorragia interna. Inmigrante ilegal, demoraron 12 horas en atenderla. Cuando lo hicieron una de las niñas había muerto. Desde entonces era cuestión de tiempo emprender el retorno.

Antes de salir de Uruguay, Alicia trabajaba como contadora y, según dice, «le iba bien». Pero su marido estaba sin trabajo. Entonces partieron los dos junto a Noelia, su hija de dos años, y la abuela, quien todavía las acompaña.

En España trabajó en casas de familia, oficinas, locutorios, y los últimos cuatro años en una estación de servicio. Hasta que a mediados de 2008 la empresa fue vendida a una multinacional y todos sus empleados quedaron en seguro de paro. Paralelamente, Uruguay «parecía que venía mejorando», se había creado el D20 y «dijimos, nos vamos», recuerda Alicia con Noelia abrazándole el cuello.

Para volver, se acogió a uno de los planes ofrecidos por el gobierno español. Creado en plena crisis económica, el «Plan de retorno voluntario» busca incentivar el regreso de los emigrantes desempleados. Al inscribirse reciben el 40% de lo que les queda por cobrar del seguro de paro. Y una vez que vuelven a su país cobran el 60% restante. En el momento devuelven sus tarjetas de residencia y se comprometen a no volver en tres años.

Otra de las propuestas españolas es el llamado «Programa de retorno voluntario de atención social», dirigido a quienes no tengan recursos económicos. Desde su creación, en 2003, el promedio anual de uruguayos que demandaban este plan era de 90 personas. En 2009 la cifra superó los 400.

Según un documento divulgado recientemente por el Observatorio Permanente de la Inmigración español, entre diciembre de 2008 y mayo de 2010, 850 uruguayos buscaron ayuda para volver.

Funcionarios diplomáticos del consulado uruguayo en Barcelona dijeron que efectivamente las consultas y los trámites aumentaron, principalmente por problemas económicos. «No es posible determinar la cifra exacta de ciudadanos uruguayos desempleados o en el seguro, pero es un problema que no les es ajeno», indicaron las fuentes. Los números oficiales indican que el 30% de los extranjeros está desempleado.

DEPORTADOS. En Estados Unidos la realidad no es más auspiciosa. Nueva York deporta a un uruguayo por semana. Y Nueva Orleáns a tres por mes. Así lo informaron los cónsules de ambos estados. El aumento de los controles en la frontera con México y las inspecciones a empresas que emplean a inmigrantes, provocaron 80 deportaciones de uruguayos en lo que va del año entre los dos consulados.

Carlos Ortiz (50) fue detenido el 2 de julio. Iba con un compañero de trabajo hacia la empresa de mudanzas donde trabajaban. «Nos pidieron los documentos, comprobaron que estábamos ilegales y fue ahí mismo», recuerda suspirando, «(que) nos bajaron, nos esposaron y nos llevaron…». Ese día cargaban la bandera uruguaya en la mochila, porque era el partido contra Ghana. No fue un amuleto de buena suerte.

Carlos recuerda cada detalle de la detención como una pesadilla: la foto del registro, la ropa de la cárcel, la ducha, las escuchas telefónicas, los 32 días preso, las cadenas que lo amarraban cuando el traslado. Pero admite que desde que llegó, hace 10 años, sabía que «podía pasar». De hecho las detenciones en la ciudad de Elizabeth -en Nueva Jersey y a una hora de Manhattan- son frecuentes. Allí viven más de 20.000 uruguayos.

Alejandra Costa, cónsul de distrito en Nueva York, dijo que generalmente deportan hombres porque se supone que sus familias se verán obligadas a volver a su país al poco tiempo, como hará el hijo de Carlos en 2011. Por otra parte, suelen «ir tras la pista» de autos que no estén matriculados en Nueva Jersey, porque el estado exige documentación legal para el empadronamiento. El auto en el que iba Carlos tenía matrícula de otro estado.

Según informó la cónsul, los controles han redundado en una menor oferta de empleo, ya que las empresas tienen miedo a las sanciones económicas y no ven con buenos ojos contratar inmigrantes. En un marco de crisis económica, el consulado de Nueva York gestiona cinco retornos por semana. Antes recibía una solicitud cada 15 días.

«SOS VIEJO». Retornados, cónsules, y técnicos del D20 coinciden en que lo primero que se necesita al regresar es trabajo. Pero no resulta tan sencillo. Quienes vuelven rondan o superan los 40 años, y las empresas no los quieren contratar. Además, pasaron muchos años fuera y no tienen antigüedad laboral o no la pueden demostrar. Y volver con el suficiente capital para iniciar un negocio propio no es lo más común.

El diploma de contadora de Alicia Escarcena ambienta un antiguo escritorio de trabajo. Entre los papeles y certificados de los 10 cursos de actualización que hizo desde que volvió, las niñas juegan a la escondida y cuentan anécdotas de «allá» y «acá», sin saber muy bien en qué país las vivieron.

Después de ocho meses sin trabajo, consiguió un empleo como auxiliar contable. Trabaja 12 horas y gana 12.000 pesos. «Antes de irme ganaba 23.000 y trabajaba cinco», recuerda con una mueca. Dice que no podría mantener su familia ni su casa si no contara con la pensión de su madre.

En el caso de Daniel Arocha (58) la situación es más compleja. No encuentra nada. «Ahora no está porque fue a pintar a lo del hermano. Le da algunos trabajitos para ayudarlo», cuenta su esposa Ángela, en reposo por una enfermedad de columna. Desde que llegaron, Daniel recorre oficinas buscando empleo. «Voy con la mejor voluntad del mundo», asegura, «pero me dicen que soy viejo. Me lo dicen en la cara, tranquilamente.»

En Estados Unidos el uruguayo trabajó en la construcción, pero en edificaciones con base en madera, no en material. A mediados de año fue contratado como guardia de seguridad, pero a los dos meses dejaron de pagarle. Después probó con un reparto, pero no le resultaba redituable porque viven en Parque del Plata. «Venís con algo de dinero pero te lo gastás todo», dice Ángela pensativa. «Te quedás sin nada, te quedás…».

La asistencia ofrecida por el D20 en materia laboral consiste en derivar las demandas hacia bolsas de empleo estatales y algunas consultoras privadas. Uno de los convenios es con los Centros Públicos de Empleo del Ministerio de Trabajo, donde las personas pueden dejar su currículum y esperar a que las llamen. Conviene tener paciencia.

Los centros públicos también instrumentan el programa «Objetivo Empleo», dirigido a quienes no terminaron el liceo y llevan un año sin aportar al BPS. Las empresas que los contraten son exoneradas de los aportes patronales. Por otra parte, se trabaja junto a Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop) para dictar cursos de capacitación y reinserción social.

Jorge Muiño explica que el D20 no es una bolsa de trabajo, pero puede tender lazos para colaborar. En su opinión, las empresas están desperdiciando la capacidad de los retornantes. «El emigrante obtiene competencias y adquiere una calificación en cuanto al empleo mucho mayor que la que tenía cuando se fue», remarcó. «Eso es un potencial que tenemos que aprovechar.»

LA CASA PROPIA. Si conseguir un empleo es urgente para quien retorna, encontrar una casa no lo es menos. Sobre todo si la alquiló y no se la quieren devolver, como le pasó a la familia de Angelina Aguano (38). «La compramos en 2004 con una plata que teníamos acá», recuerda. «Para alquilarla y vivir cuando volviéramos».

En 2009 Angelina y su marido decidieron volver de España, porque él extrañaba. Tenían la casa alquilada pero el contrato finalizaba a fin de año. Cuando se venció, la inquilina no se quiso ir. Actualmente van por la tercera instancia judicial y viven en lo de su suegra. «Trabajo encontramos, en ese sentido no fue tan incierto», se consuela la uruguaya.

Alicia vivió una situación similar. Al irse dejó pintores arreglando la casa. Cuando terminaron, le mandaron decir que «había gente adentro». El año pasado tocó la puerta y se instaló. "Les dije disculpen pero esta es mi casa«, recuerda.»Y me dijeron bueno instalate en esas dos piezas", dice señalando con la cabeza. Convivieron durante un mes y medio.

En relación a las pertenencias, desde la aprobación de la Ley Nº 18.250, los uruguayos que retornan pueden hacerlo con sus pertenencias, muebles, herramientas y con un vehículo, sin pagar impuestos. «Lo gratuito es lo tributario, lo público, las legalizaciones. Pero debe pagar lo que no puede hacerse cargo el Estado», advirtió Muiño.

Lo que no cubre el Estado es la carga del contenedor, el flete marítimo oceánico, el despachante de aduana en Montevideo, el operador portuario privado (grúa y carga), el depósito fiscal (en el caso de los autos), el flete interno y los costos de la Administración Nacional de Puertos. La operación completa desde España ronda los 3.500 dólares. Pero en el caso de Estados Unidos el costo puede elevarse hasta los 7.000.

Desde el D20 aconsejan que si se quiere traer algo, se pidan presupuestos detallados y se exija un envío «puerta - puerta», desde la casa en el exterior hasta la entrega en territorio oriental. Porque muchas veces las empresas dan un monto y al llegar cobran el doble. Algunos uruguayos han encontrado sus cosas revueltas y objetos faltantes.

Al traer el auto se asume el compromiso de no venderlo por cuatro años y de no abandonar el país en este período. La familia Arocha vino con una camioneta. Y ahora no pueden pagar la patente, ni utilizarla para el trabajo, ni venderla para mantenerse. «Al final te atan de manos», dice Daniel con voz cansada.

En los casos de Alicia y Carlos, sin embargo, el envío de pertenencias no tuvo mayores dificultades. Llegó todo en tiempo, en forma y con la colaboración de los funcionarios en ambos países. «A mí todos me dieron una mano. Le buscaban la vuelta, se ponían a disposición para ayudarme», recuerda Carlos, complacido de recibir ese trato después de la deportación. A unos les toca una cosa, y a otros, otra.

PROYECTO MIGRATORIO. Más allá de las dificultades de empleo y vivienda, los retornantes pueden llegar a enfrentar el rechazo de familiares, amigos y vecinos. «No es solo que no te acepten: te niegan», se queja Daniel. "La respuesta de los más allegados es jorobate, si no te quedaste a ponerle el hombro al Uruguay, jorobate", apunta Ángela. La mayoría de los entrevistados manifestó lo mismo.

Desde la Oficina de Retorno y Bienvenida, Ana María Sosa, consultora y también retornada, considera que volver es «un nuevo proyecto migratorio». «Todo es nuevo, acá se siguen otros ritmos, implica un reaprendizaje. Volver es todo un impacto», comentó.

Sosa es la encargada de atender los problemas de quienes regresan. «No es solo un tema de legalización, sino de escucharlos para que puedan contar su experiencia. Hay gente que vuelve muy frustrada», dijo.

Para Muiño es importante informarlos bien, y que no se hagan falsas expectativas. «Queremos ser bien claritos. Uruguay está mejor económicamente pero para muchos retornados no está tan bien», apuntó el director. El D20 recibe 20 mails diarios con consultas de retorno. Algunos son jubilados ilusionados con descansar en Uruguay.

Las autoridades del departamento de Vinculación y Asuntos Consulares (de Cancillería) ofrecen asistencia a través del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) cada vez que llegan personas repatriadas o deportadas sin un lugar donde quedarse. Se les tramita la cédula, se les ofrece un refugio y se los inserta en programas del Mides según la situación en la que lleguen.

Quienes retornan también reciben un «certificado de retornado» con el cual tramitan el carné de asistencia gratuita de Salud Pública. Para colaborar en el tema habitacional, por otra parte, el Ministerio de Vivienda prevé otorgar garantías y subsidios de alquiler a quienes arriben con un determinado capital económico.

Algunos retornados amenazan con que si no se puede integrar, se volverán a ir. La consultora de la Oficina de Retorno es consciente de ello. «El potencial de retorno al exterior es alto», reflexionó Sosa, y agregó: «Si la reinserción no es rápida esta gente se va.» Muchos ya lo están considerando.

80

uruguayos fueron deportados en lo que va de 2010 en Nueva York y Nueva Orleáns.

400

uruguayos se acogieron al plan de retorno voluntario de España en 2009. En 2003 fueron 90.

850

buscaron ayuda para volver entre fines de 2008 y mayo de 2010, según cifras oficiales españolas.

5

retornos por semana gestiona el consulado en Nueva York. Antes era uno cada 15 días.

20

mails diarios con consultas para volver al país recibe el Departamento 20 de la Cancillería.

Uruguayos Cruzan la Frontera

En el estado de Texas hay uruguayos que son detenidos al cruzar la frontera mexicana. Según informó Julio Ríos, cónsul honorario de Nueva Orleáns, en enero de 2010 se encontró el cuerpo de un uruguayo que murió deshidratado en un campo de caza. «Pagó para que lo pasaran y lo dejaron en un establecimiento de 50.000 hectáreas. El resto lo tenía que hacer solo. Se lo encontró a los seis meses», narró el cónsul. Una cédula en su ropa y unos arreglos de su dentadura permitieron identificarlo. Su familia vivía en Nueva York desde hacía años y él había venido de visita a Uruguay, donde se hizo unos arreglos dentales. Para volver, intentó entrar por tierra. «Cuando me reúno con uruguayos les pido que no hagan eso. Les puede pasar cualquier cosa», dijo Ríos. Contratar un «coyote» para cruzar la frontera sale entre 2.000 y 3.500 dólares.

Volver a las aulas

El retorno al país moviliza a toda la familia. Como los padres vuelven al trabajo -si es que encuentran- los hijos vuelven a clase. Pero, dijeron los entrevistados, esas clases son diferentes a las que tenían en el exterior, por carga horaria, recursos educativos y hasta por la forma de hablar de sus alumnos.

El hijo menor de Daniel Arocha, a sus 17 años no consiguió reinsertarse en el liceo. Llevaba nueve años hablando en inglés, el sistema educativo era distinto y no se sintió cómodo. «Estudió algo de computación», cuenta su madre. «Y después ta.»

Cuando a Noelia, hija de Alicia, se le pregunta qué extraña de la escuela responde: «Los 23 compañeros». Poco después de llegar la encontraron llorando a la salida, porque las niñas le criticaban la ropa que usaba. Hoy cuenta sonriente que tiene «tres amigos».

Rocío, con cinco años, pasó semanas practicando frente al espejo para lograr pronunciar la «ll» como «ye» porque le decían que hablaba «raro». Ambas estaban habituadas al doble turno escolar, pero la escuela de tiempo completo de su barrio está superpoblada. «Ver a tus hijos mal no te ayuda», dice la contadora.

Hasta el momento, las autoridades de educación no idearon ninguna política específica para la integración escolar. Pero a nivel de secundaria existen dos programas que benefician indirectamente a quienes regresan. El primero es «Uruguay estudia». Instrumentado mediante tutorías, está dirigido a personas que no hayan terminado el bachillerato y tengan hasta cuatro materias pendientes. El segundo es «Uruguayos por el mundo», y está diseñado para rendir exámenes desde el extranjero. Los interesados se inscriben en el consulado de su país y los realizan vía mail. Las autoridades del D20 recomendaron que todos aquellos que deseen estudiar en Uruguay se informen en las oficinas diplomáticas por la «legalización» de sus materias y planes de estudio, gestiones indispensables para inscribirse.

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