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Las falacias de los negacionistas del voto

A los electores indecisos

Jueves 24 de septiembre de 2009, por Gustavo Schroeder Orozco

En el mundo globalizado en que vivimos es tan falacioso como perimido pretender que lo que sucede en tal o cual país es estrictamente asunto de quienes viven en su territorio.

A contrapelo de las democracias contemporáneas sin embargo, la derecha uruguaya postula que quienes no viven en el país no deben elegir a los gobernantes y a los legisladores porque ellos no padecerán luego las consecuencias del sufragio que emitan, es decir las políticas que aplicarán las autoridades elegidas con su voto.

El artículo que publicamos del periodista montevideano Jorge Barreiro destruye el espejismo del «sentido común» confiscado por los partidarios del voto encadenado a la geografía y nos revela los vicios y mezquindades de la argumentación negacionista.

Por Jorge Coco Barreiro.-

Cerca de 600.000 uruguayos, el 15% de todos los que andan desparramados por la Banda Oriental y el mundo, no pueden ejercer sus derechos políticos. Son los que viven fuera del país, los que fueron expulsados por el desempleo o decidieron irse voluntariamente a descubrir mundo, da igual. Lo cierto es que Uruguay se encuentra entre la cada vez más exigua minoría de países cuya legislación no contempla el derecho a votar cuando no se vive en el territorio.

La derecha se resiste a modificar la ley con el argumento de que quienes no viven en el país no deben elegir a los gobernantes y a los legisladores porque ellos no padecerán luego las consecuencias del sufragio que emitan, es decir las políticas que aplicarán las autoridades elegidas con su voto.

Dan a entender así que los uruguayos que viven en el exterior son unos perfectos irresponsables, incapaces de sopesar las consecuencias de sus decisiones políticas. El argumento no deja de resultar insólito en los tiempos que corren.

En primer lugar, porque todos los que vivimos en este (o en cualquier otro) territorio sufrimos las decisiones que toman otros que no viven en estos parajes levemente ondulados. Poderes, instituciones, personas y empresas que a veces ni siquiera conocemos, que ignoramos en dónde viven si es que tienen residencia fija. Y que para colmo no han sido elegidas por sufragio popular y que, sin embargo, nadie, con excepción de los patriotas de mentalidad decimonónica, niega que influyan en nuestros destinos.

Suena algo cómica en los tiempos que corren la sugerencia de que lo que sucede en tal o cual país es estrictamente asunto de quienes viven en su territorio. Repárese apenas en las consecuencias de la actual crisis internacional, provocada por sujetos incapaces de ubicar a Montevideo en un mapa.

Dicho de otro modo: ya hay empresas, instituciones y personas que determinan (o si se prefiere, que influyen en) nuestras condiciones de existencia, que no viven en este país ni en ninguno en particular y que cuando “las papas queman”, cierran sus empresas, envían sus dineros a lugares seguros y dejan que las consecuencias de sus decisiones las padezcan los aborígenes.

Es totalmente pueril, pues, oponerse al voto de los uruguayos en el extranjero con el argumento de que no pueden influir sobre los destinos de la patria quienes no viven en ella. Entre otras cosas, porque eso ya ocurre. A través de mecanismos menos democráticos que el voto, por cierto, pero ya ocurre.

Si la derecha de este país fuera consecuente con su criterio de que nadie que no viva en el país debería influir sobre sus destinos, incurriría incluso en situaciones cómicas, pues debería exigirle a los accionistas de Botnia, de los grandes bancos extranjeros o a los miembros de la OPEP, por poner unos pocos ejemplos, que fijaran su residencia en Uruguay.

Lo que nos vienen a decir los partidarios del voto encadenado a la geografía es que como nada podemos hacer para evitar que esos factores sigan influyendo sobre el curso de nuestras vidas, evitemos que lo hagan unos centenares de miles de emigrantes uruguayos.

Tampoco es cierto que a los uruguayos de la diáspora les resulte indiferente lo que aquí ocurra. No es un capricho suponer que un buen número de ellos podría tomar la decisión de retornar al Uruguay si las condiciones así se lo permitieran. Y es posible que para muchos otros esas condiciones y esa decisión dependan del partido que esté en el gobierno y la política que lleve adelante.

Lo curioso es que los mismos que se apuntan en las filas de la resistencia a otorgar el derecho al voto a quienes viven en el exterior “para que no influyan sobre nuestras vidas”, no muestren el mismo rechazo a que esos emigrados envíen cada año más de 130 millones de dólares, algo menos del 1% del PBI, pero más del 3% de las exportaciones totales. A nuestros patriotas apegados al terruño no parece irritarles esta “influencia foránea" sobre las condiciones de vida de miles de uruguayos.

Las contradicciones en que incurren los partidarios de negar el voto consular son demasiado evidentes como para no sospechar que sus motivaciones no son exactamente las que alegan. Agreguemos de paso otra a las ya mencionadas: nuestros partidos conservadores suelen tomar a los sistemas políticos de las democracias occidentales como modelos a imitar. Sin embargo, en lo que concierne al voto desde el exterior, ese modelo es olímpicamente ignorado

Lo que en verdad está en discusión detrás de esta resistencia numantina a derogar la prohibición de votar desde el exterior son las condiciones del ejercicio de la ciudadanía en tiempos globales. Cuando los factores económicos, sociales y culturales que determinan nuestras vidas no están atados al territorio, sino que son fluidos y móviles, cabe preguntarse si acaso la política no debería ponerse a la altura de esas determinaciones para no resultar impotente.

Una modesta iniciativa para reducir esa chocante desigualdad que existe entre esas fuerzas (no democráticas) que fluyen libremente y la política, básicamente atada al territorio, sería encaminarnos hacia una ciudadanía también global. Pero no, nuestros atávicos conservadores nos proponen privilegiar los criterios sedentarios de siempre a la hora de ejercer nuestros derechos: el lugar de nacimiento o de residencia. O peor, el de sangre.

El asunto es que con raseros tan arcaicos para ejercer los derechos ciudadanos, millones de seres humanos terminan en un limbo político. No pueden ejercer esos derechos porque “se fueron” de su país (como es el caso de Uruguay), o bien porque viven en uno al que supuestamente “no pertenecen”. De modo que se los castiga por no residir en el país en el que nacieron o por residir en el que no nacieron.

Estas consideraciones son por completo ajenas a quienes se oponen a reformar la legislación electoral uruguaya para otorgar el derecho a votar a quienes se fueron del país. No se avienen siquiera a discutirlas.

En el fondo su patriótica resistencia obedece a cálculos mucho más mezquinos. Sospechan, sin fundamento, que los emigrados se inclinan masivamente por votar a los partidos de izquierda. Si hasta ahora ello ha sido mayormente así, se debe a que sólo se han tomado la molestia de viajar para depositar una papeleta en una urna quienes tienen una actitud más comprometida y militante con los asuntos políticos. El lugar común y la tradición (aunque no los datos firmes y fuera de cualquier duda) indican que esas personas votan en mayor proporción a la izquierda.

Sin embargo, otro gallo cantaría si ese derecho pudiera ser ejercido, no por los cerca de 50.000 que realizan el esfuerzo de tomarse un bus o un avión para venir a votar, sino por todos los uruguayos que están fuera del país sin tener que moverse de la ciudad en la que residen.
Los expertos en estas complejas cuestiones coinciden en que en ese caso, el voto se distribuiría casi de la misma forma en que se distribuye en las elecciones que se realizan en el hermético recinto de la patria.

Dado que el mezquino cálculo electorero no osa decir su nombre ni avenirse a la razonada exposición de argumentos, no parece desencaminado el propósito de legisladores oficialistas y de la Comisión Nacional por el Voto de las Uruguayas y Uruguayos en el Exterior de reformar la Constitución para que el derecho al sufragio se pueda ejercer desde el exterior.


*Jorge Barreiro (54) reside en Montevideo desde el retorno de la
democracia. Durante la dictadura estuvo exiliado en Buenos Aires y Barcelona. Es periodista en France Presse y colaborador de varias publicaciones. Anima un blog ciudadano independiente http://criticaresfacil.info/

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4 Mensajes

  • Las falacias de los negacionistas del voto Le 30 de septiembre de 2009 à 12:40 , por alberto

    hola a todos, no vivo en francia, resido en España pero creo que igual sirve mi opinión por vivir fuera de Uruguay. Primero que nada no estoy de acuerdo con el voto fuera del territorio nacional, no soy de derechas, no creo en el voto encadenado geograficamente y salí del pais por propia voluntad. Considero que decir que solo los que defienden esta postura son los de derecha es un poco a la ligera, creo que hay muchos factores por lo que se puede estar a favor o en contra y el principal para mi que hace que esté en contra es que realmente cuando uno está fuera, vive de otra forma, gana otro dinero la realidad que puede percibir de la situación del pais puede ser muy subjetiva y distante, se que está internet, está también la familia, pero no se si seré el único que tiene amigos de todo tipo, y color pero sucede que cuando hablas con unos u otros según su posición ven al pais de una forma muy diferente. También soy conciente que vivimos en un mundo globalizado pero hay cosas que aun no lo son y no es normal que yo viviendo en España decida un gobierno que pondra tal o cual impuesto que yo no voy a pagar luego. En cuanto a los poderes que ejercen de forma indirecta sobre un pais, eso es responsabilidad directa del gobierno de turno velar porque ello tenga sus limites y no se sobrepasen. Muchas gracias por este espacio de participación.

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    • Las falacias de los negacionistas del voto Le 4 de octubre de 2009 à 02:13 , por Magda

      Estimado compatriota, viví 7 años en España, ahora resido en Francia, pero para esto, no importa demasiado el lugar de residencia. La estructura demográfica del país ha cambiado y el sistema electoral uruguayo considera al voto no solo un derecho, sino también una obligación, en consecuencia, debe reflejar el cambio demográfico en el sistema del voto. Puede que algunos emprendan una vida fuera y se olviden del lugar de donde vienen. En cambio, sin importar si mi motivo de salida fue voluntario o no, nadie puede juzgar mi conocimiento sobre la situación en el Uruguay actual y menos, querer arrebatarme un derecho como uruguaya recurriendo a un argumento tan flaco. No se trata de remesas económicas que las hay y muchas, además del movimiento generado indirectamente por viajes y gastos cuando uno va.Se llama identidad, familia entera en el Uruguay y deseos de que mi gente viva mejor y yo también. Además, considero que cada uruguayo que vive fuera es, casi más embajador que un cargo político porque llevamos a la gente de a pié la carga cultural que traemos con nosotros. ¿A caso nuestros abuelos españoles después de 50 años fuera alguien le niega su derecho al voto en la madre patria, que posiblemente por brecha digital producto de su edad, España es para ellos una gran desconocida? Yo pido y apelo al voto de todos los compatriotas que el día 25 de octubre están convocados y obligados a votar, no lo olvidemos, para que la diáspora pueda ejercer su derecho al voto como ciudadano y que luego en casa, cada uno juzgue si le parece o no «adecuado». No se trata de partidismos, se trata de voluntad del pueblo uruguayo. Aquí una muestra: http://nuestro-sur-tambien-existe.blogspot.com/2009/10/vota-para-que-todos-podamos-votar.html
      Un saludo desde París...

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      • Las falacias de los negacionistas del voto Le 21 de octubre de 2009 à 12:44 , por Ruben Rodríguez

        Debo decir que yo soy contrario al voto epistolar, y considero que lo dicho por el periodista Jorge Coco Barreiro en la página http://www.uruguayos.fr/Las-falacias-de-los-negacionistas, y otras personas de mi entorno que comparten su opinión sobre que los que los que no estamos de acuerdo “nos olvidamos de los mas de 130 millones de dólares que entran en las remesas enviadas por los uruguayos que viven en el exterior” me resulta un insulto, tanto para los que residimos en el país como para quienes integran la diáspora Yo creo que esos ingresos van destinados a ayudar a sus familias o a realizar un ahorro que luego será usado cuando retornen al país o para ayudar desinteresadamente a sus compatriotas necesitados, no creo que se deba mezclar los intereses económicos como motivo de fundamentar el voto por el sí. ¿Es que estoy siendo muy naif al pensar de ese modo? ¿O es que acaso este señor está diciendo que con ese dinero están “comprando” la reforma Constitucional, o los habilita para solicitar la misma?
        Me deja mucho que desear que se llegue a cubrir las garantías necesarias sobre un voto epistolar. Llevando la discusión a situaciones particulares me resulta sumamente injusto que un residente en el exterior vote desde la comodidad de su casa, y quienes estamos en el país si tenemos situaciones particulares de enfermedad, o algún impedimento para votar tengamos que pagar una multa o realizar mil trámites y colas para justificar el no haber podido hacerlo. Otro ejemplo quienes decidimos seguir votando en nuestro “pago chico” tengamos que cruzarnos el día del acto eleccionario y atravesar el país de norte a sur y de este a oeste para ejercer nuestro derecho porque no se nos está permitido el voto observado interdepartamental. En ese caso si la persona residente en el exterior está y internada en un hospital, con que alguien de la familia o incluso un vecino extranjero deposite la carta al correo bastaría. Aparte de éstas se me ocurren un sin fin de situaciones injustas que se presentan respecto a las obligaciones que tenemos los residentes y no tendrían los integrantes de la diáspora.
        Si bien soy contrario al voto epistolar no me olvido de aquellos amigos y familiares que viven en el exterior, por tanto soy partidario de que se considere el voto consular como forma de contralor a pesar de que muchos no tengan uno cerca y que por ejemplo se madure la idea del brillantemente llamado por Tabaré “departamento 20”
        ¿Por que no considerar que dicho departamento tenga sus representantes en el parlamento elegidos entre candidatos que pertenecen a la zona geográfica de residencia de quien emite el voto, como se hace en Italia? ¿Acaso quienes votamos en uno u otro departamento no es lo que hacemos? Seguramente algunos de los intereses de quienes residen fuera del país sean muy diferentes a los que residimos en él y les sea conveniente que quien los representa los conozca al dedillo.
        ¿Que pasa con los derechos y obligaciones de quienes emitan su voto desde el exterior? ¿Cómo quienes vivimos en Uruguay vamos a tener la seguridad de que quien vota desde el exterior a pesar de ser uruguayo lo haga con conocimiento de causa? En éste sentido me molestaría mucho que quién se fue del país hace mas de 30 años y tuvo escaso contacto vote por añoranza (y tengo parientes que cumplen ésta condición, y hoy su deporte preferido es el basebol) o que un hijo de uruguayo que nació y vivió en su niñez en el país y hace muchos años que se fue y sólo sabe de Uruguay a través de los medios o por la narración de sus familiares, me obligue a vivir bajo un gobierno en el cual no estemos de acuerdo la mayoría de los residentes. Quiénes defienden el Sí dicen que no lo van a hacer, pero ¿Me lo pueden garantizar? En ese caso quienes integren el departamento 20 deberían de haber vivido un determinado tiempo en el país, en el último quinquenio o década (y sin duda ésta discusión generaría ríos de tinta)
        Por último me pregunto: ¿Cuántos de esos más de 600.000 uruguayos de la Patria peregrina van a volver al país a defender este plebiscito este 25? ¿Cuantos van a esperar los resultados con total pasividad desde sus casas y esperando que su familia aquí los represente? (y no me olvido de quienes por vivir en la ilegalidad no podrán venir) ¿Cuantos son los que ni se enteraron, o no están de acuerdo o simplemente ni les interesa este plebiscito? Pero de lo que estoy seguro es que van a ser muchos los decepcionados si no se aprueba, menuda carga tenemos quienes vamos a decidir su destino?

        En conclusión, doy mi NO al voto epistolar y mi SI a una propuesta mas equilibrada para todos.

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  • Las falacias de los negacionistas del voto Le 28 de octubre de 2009 à 00:00 , por Roberto

    Hola, en realidad en cuanto al voto epistolar, si bien es de reconocer que con lo profundo que llevamos los Uruguayos todos, el sentimiento de votar cosa que tambien a mi me gustaría, estoy a favor de no tener ese tan Honroso derecho.
    Y no lo digo con la calculadora en la mano, sino con responsabilidad que siento de no decidir por los que allí estan, que son ellos los que conocen toda la realidad. Que sabido es que muchas veces la votación es mas sentimental que racional. Que los colores tiran, y no debemos ser rehenes de esa situación porque viviendo allí es con las cosas de a diario que podemos racionalmente cambiar de opinión y eso mismo son los que en realidad ganan las Elecciones:
    SI EN REALIDAD LA GANAN LOS INDECISOS que con sus votos hacen la diferencia en las URNAS. Aunque parezca mentira son los que piensan mas, hasta último momento con sus dudas tal vez razonen mas su acto de votar.
    Y los que estamos afuera sabemos lo que nos cuentan los amigos que muchas veces son de nuestra misma forma de pensar o los medios informativos que nos tiran mas.
    Yo para poner un ejemplo, y ratificar mi manera de pensar, digo que tengo la doble nacionalidad Uruguayo-Español, y habiendo podido ejercer el derecho al voto en España, no lo he hecho por el mismo motivo de no interceder con los que residian en el pais. Me gusta como a todos las elecciones y votar. Nunca dejé de hacerlo alli, y lo vivía como si fuera un partido de la Selección, pero mi opinión es así y comparto con lo ya dicho por algunos. Gracias por dejar dar mi opinión y las elecciones y los plebiscitos son el lugar donde dirimir nuestras diferencias y una vez que habla la urna hay que juntar los hombros para sacar al Paisito adelante y que esté en las mejores manos. Saludos

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