A nivel general se sufrieron las consecuencias de no haber sabido llevar la discusión a la opinión pública. Cuando el congreso del fa en diciembre de 2008 ubicó este tema como central y además lo hizo por amplísimos consensos, a partir de entonces prácticamente no se hicieron más esfuerzos por difundir y argumentar al respecto.
En las últimas semanas antes de la votación empezó a aparecer un sentimiento “desconocido” entre distintos tipos de votantes (progresistas, conservadores, nuevos votantes), que con razonamientos casi pueriles provenientes del sentido común comenzaron a irradiarse: “si se fueron que se las arreglen”, “si no pagan impuestos aquí para qué van a votar”, “cómo van a votar si no saben lo que pasa en el país”, y así sucesivamente.
Este tipo de argumentos efectivamente pueden considerarse pueriles y hasta incoherentes, porque en ningún caso se demanda que nadie pueda votar si no reside en el país. Ese sería el corolario de esas posturas que ni siquiera alcanzan a completar su “visión” en esa obvia conclusión.
Evidentemente que ello fue producto de la ausencia de debate y de una gran desinformación. También en este tema la ausencia del fa como fuerza política efectivamente inserta en la sociedad –actuando, informando y argumentando– contribuyó a producir esta apatía y desafectación con el tema.
Queda nuevamente confirmado que es necesario, junto con la gestión gubernamental, la participación del actor político en tanto nexo con el conjunto de la sociedad. Si el actor político no está, evidentemente el diálogo entre las propuestas y la gente se dificulta. Quedará para más adelante avanzar en comprender por qué el actor político no ha estado.
A este aspecto general se sumaron algunos específicos, como la elección con carácter preeminente de la modalidad del voto epistolar. Esta modalidad en teoría puede presentar algunas dudas en cuanto a las garantías que pueda ofrecer. Hay que destacar que en muchas democracias del mundo funciona y prácticamente no se han escuchado cuestionamientos al respecto, pero en tren de obstaculizar la propuesta, son factibles las afirmaciones críticas en materia de garantías.
En fin, se bajó el telón y el tema fue objeto de un contundente rechazo. ¿Es éste el triste final de una causa tan justa e importante para el país?
Entiendo que, lejos de ello, hay que aprender y continuar con el propósito de garantizar el derecho al voto de los uruguayos en el exterior.
Para empezar, corresponde retomar e incrementar la difusión de lo que significa la emigración uruguaya para el país, para avanzar en la comprensión de que los que se fueron no son omisos ni son traidores, y que además pueden ser de gran ayuda para el proyecto de desarrollo nacional.
En los primeros tres años de esta gestión de gobierno se inició la construcción de lo que fue dado en llamar el Departamento 20. Para hacer esta tarea se empezó por identificar una creciente cantidad de aspectos prácticos de utilidad inmediata para los emigrados y para el país, junto con una tarea de identificación de las colectividades en los distintos países en que residen y una laboriosa pero incansable prédica de su existencia aquí en Uruguay, intentando de esa forma construir esa conciencia del valor de una diáspora extensa y extendida para un país pequeño como el nuestro.
Para ello fue necesario un gran esfuerzo de difusión –dentro y fuera de fronteras– de la propuesta, y también intentar una profunda modificación de las estructuras estatales encargadas de realizar la vinculación, como es el servicio consular.
Se hizo el esfuerzo de pasar de tener oficinas indiferentes a la emigración y ancladas en rituales burocráticos, a lograr una nueva estructura proactiva con las colectividades y siempre dispuesta a estar a su servicio.
A nivel del país, además de enfatizar en la difusión de las noticias sobre los emigrados (dificultades, logros, anécdotas, proyectos, iniciativas, etcétera) como forma de incorporarlos en la agenda de la gente corriente, tuvo inicio –y lamentablemente fue una de las tantas cosas que quedaron truncas– la relación a nivel local municipal con los familiares de quienes emigraron.
Una relación que contribuye a identificar la presencia y las características de la emigración uruguaya y que fue muy buen recibida por esos familiares y amigos de los que se fueron, dado que por primera vez constataban una atención al problema.
Inexplicablemente la mayoría de estas líneas de trabajo se interrumpieron a partir de marzo de 2008 y el tema del Departamento 20, junto con la peripecia de nuestros connacionales, desaparecieron de la opinión pública y de la agenda de realizaciones e iniciativas.
El tema volvió al ámbito de los dramas e historias personales (como ocurrió en los últimos cuarenta años), habilitando el regreso de todos los estereotipos negativos y prejuicios que luego se expresaron con tanto peso en el momento de votar.
¿Hay que dar por finalizado el tema? Los frenteamplistas contrajimos un compromiso con la sociedad uruguaya al respecto, y hasta que no haya otra definición expresa, estamos comprometidos a continuar con esta importante causa.
¿CÓMO SEGUIR? En primer lugar corresponde esperar a que se instale la próxima legislatura en febrero de 2010 para retomar las negociaciones para encontrar alguna forma de avanzar en la consagración de estas garantías al ejercicio del voto en el exterior. Para ello habría que revisar los fundamentos jurídicos de la aplicación del régimen de mayorías especiales para la sanción de una ley que efectúe esta habilitación. Hay que recordar que notorios juristas uruguayos han opinado que en este caso no son necesarias esas mayorías y que, por tanto, con la mayoría simple sería posible efectuar el cambio.
Por su parte es aconsejable cambiar la fórmula de voto epistolar por la de voto consular, en atención a las mayores garantías que ofrece, y desde esta perspectiva volver a intentar una negociación con la oposición.
En segundo lugar, surge como ineludible, en caso de reafirmar la voluntad política de construcción del Departamento 20, retomar el camino de una política clara y comprometida con el tema y con su secuela de acciones concretas, visibles y efectivas que hagan posible la vinculación. Ello solamente será posible si se desarrolla una importante reestructura del servicio consular (como ya fuera iniciada y luego interrumpida) que lo transforme en un eficaz y eficiente instrumento al servicio de la vinculación con los compatriotas emigrados.
Aunque el tema pareciera que tiene una maldición encima que se arrastra desde los tiempos del ignorado y olvidado exilio de nuestro prócer José Gervasio Artigas, los uruguayos hemos demostrado que aquellas causas en las que nos comprometemos no quedan fácilmente en el olvido.
Reflexionemos adecuadamente, con serenidad e inteligencia, sobre las razones de lo ocurrido, para redoblar con ahínco y perseverancia nuestro vínculo entrañable con la patria peregrina.
Álvaro J Portillo ( Artículo publicado en Brecha)
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