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Chau Ana, mi hermana

Martes 11 de septiembre de 2012, por Mirtha Bazan

¡Hasta pronto amiga!

Ana nació el mismo día que mi mamá, el 7 de enero, siempre fue una muy buena razón para que no olvidara nunca su cumpleaños.

Nos encontramos por primera vez en Francia, en un grupo de uruguayos que hacía proyectos para Uruguay, llamado AFUDEST. Pusimos tiempo en conocernos, éramos apenas compañeras al principio y poquito a poquito nos hicimos amigas. Aprendimos a conversar, intercambiamos experiencias y vivencias, a respetarnos mutuamente en nuestras diferencias y logramos sentirnos muy cercanas.

Hace algún tiempo, decidimos ser hermanas, nosotras mismas lo decretamos. Contrariando las leyes biológicas, no éramos hermanas de sangre, éramos hermanas amigas.
Yo era la hermana grande, dado que era mas vieja y Ana era mi hermana pequeña, la que hubiera soñado tener y que nunca tuve.

Ana disfrutaba de la vida a tope, siempre que tenía la ocasión, aprovechaba de todo, de las grandes y las pequeñas cosas. Adoraba comer, beber, festejar e intercambiar con los otros.

Los amigos la queríamos mucho, era un ser generoso, abría las puertas y tenía la delicadeza de darle a cada uno su lugar.

La última tarde que nos vimos, a la hora del atardecer, yo vi en su mirada perdida, el adiós de las despedidas definitivas. Una mirada nostálgica y triste, de los que quieren quedarse y no pueden, porque están obligados a irse.

Y cuando llegó la noche, en Paris y Montevideo se encendieron decenas de velas, para que una estela de luz la acompañara en su despedida.

Pero no eligió la noche, esperó el alba. Ana se fue a la hora del amanecer, cuando las flores se abren y el rocío de la mañana las acaricia con su frescor.

Se fue vestida de rosas rojas y pétalos de flores, que fueron llevados por el viento en ese camino incierto y desconocido que es la muerte.

Y como dice Benedetti:

“…hoy me siento apenas como una laguna insomne,

con un embarcadero ya sin embarcaciones.

Una laguna verde inmóvil y paciente

conforme con sus algas sus musgos y sus peces.

Sereno en mi confianza confiado en que una tarde,

te acerques y te mires, y te mires al mirarme

Mario Benedetti.- Estados de ánimo.

Y entonces espero que algún día, a la hora del atardecer, tengamos la ocasión una vez más, hermana amiga, de encontrarnos.

Imagen : La Barca, Daniel Barbeito

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